PREDICAR CON EL CORAZÓN EN LLANTO

29.09.2018

Por: Magdielys Leira. (Hablo desde mi fragilidad | Anécdotas)

Estos días, he estado meditando mucho acerca del sufrimiento, del dolor y de las pérdidas.

En medio de toda una jornada evangelística que cubría varios días y en los que uno debe estar concentrados y listos, viví algunos episodios que desafiaron mi fe y trajeron a mi mente algunas preguntas: ¿estamos realmente haciendo lo que tu corazón quiere, Dios?, ¿estamos mostrando a Jesús en la sociedad sufriente?.

Hubo uno de esos días en los que solo había podido dormir una hora, porque en la madrugada de aquel día, mi vecina tuvo una fuerte opresión demoníaca, era una confusión para esta persona, discernir si lo que vivió era algo de Dios, ó no, yo sabía que no era algo de parte de Dios, puesto que gritaba de mucho miedo y algo la oprimía con vehemencia.

Estando en casa, a las 1:35 Am, sobresalté en mi cama, la oía gritar tan fuerte que no pude contenerme, me puse un abrigo y zapatillas y corrí hacia su casa, puse mis manos sobre ella, lloré profundamente por lo que oía y veía; ella no se calmaba, seguía llorando, sudaba mucho y estaba tesa. Había pastores y aún sus padres clamaban a Dios que le diera la calma, que regresara en sí. Hubo un instante, con mis manos en la espalda de ella, en que le dije a Dios: Dios, por favor, dale paz y vuélvela en sí, para que el barrio sepa que tú te has glorificado y que tu poder es manifiesto aquí y en este momento, hazla libre.

Después de varios minutos, ella se calmó y conversaba con nosotros. Luego de un largo rato me quedé a tomarme una taza de té con esta hermosa familia, eran las 4:30 Am cuando regresé a casa y debía levantarme a las 5:45 Am para viajar a la ciudad y seguir con la jornada evangelística que se estaba llevando a cabo en la Universidad. Tenía mucho sueño, pero estaba gozosa, tenía una mezcla entre dolor y felicidad. Dolor por las realidades, porque sé que a diario hay gente sufriendo opresiones demoníacas y confusiones de todo tipo, estaba muy sensible, traté de disimularlo, creo que lo hice bien. Felicidad, porque sabía que Dios nos había usado para ser parte de la libertad de mi vecina y consuelo.

Esa misma mañana, mientras preparaba los stands para el evangelismo en el parque de la Universidad, pasó un joven preguntándonos de qué se trataba el evento, yo le respondí y en un breve momento comenzó a contarme varias cosas, entre esas me dijo que se sentía alejado de Dios, que quería volver, la conversación se prestó para tomar la experiencia que había vivido en la madrugada y animarlo aún más, yo me llené de alegría de oír lo que decía, es un chico de Humanidades que aprovechó ese momento para reconciliarse con Dios. Esa oración que él hizo aquella mañana con mi guía, alimentó más aquel gozo que ya tenía, tomé su contacto y me agradeció. Me pareció una persona hambrienta de Dios y solo necesitaba que alguien lo guiara a por lo menos dirigir esas cortas palabras: Yo reconozco que me he alejado de ti y quiero volver, entra a mi vida Jesús. El joven está muy animado en participar de los grupos de estudio bíblico en Humanidades, será un placer seguir comunicando el evangelio en esta facultad. Me acordé del texto que dice en Mateo 10:6, que habla de las ovejas perdidas, y supe en ese momento, que nuestro trabajo en la Universidad es ese, ir por las ovejas perdidas, regresarlas al rebaño, porque están solas, con miedo, desahuciadas...

Ese fin de semana, fui a ver a mi bisabuela, muy avanzada de edad y a mi tío con Alzheimer, ver a mi otra tía padecer porque suele estar sola cuidando de estas dos personas en casa, entristeció mi corazón, siempre la impotencia me invade y sin no poder hacer mucho, me senté en una de las camas de ahí y rogué por sus vidas. Mi mamá se quedó ayudando ese fin de semana a mi tía, yo tenía que retirarme porque al día siguiente debía continuar en la jornada. Por otro lado, tengo a un hermano que es explosivo e iracundo y una tarde se enojó tanto que asustó en demasía a mi pequeño sobrino, así que tuve que tomarlo en mis brazos, encerrarme con él en la habitación, hasta que se calmara. Una vez más en impotencia, tome sus manitos y oré, le decía que cuando tuviésemos miedo, Jesús es el mejor lugar donde correr.

Por otro lado, mi mamá me escribe al chat diciéndome que mi abuela, es decir, su mamá, estaba siendo hospitalizada y que se había complicado su enfermedad. Mi abuela tiene cáncer en los pulmones. Fui a verla al hospital, la noté mucho más débil, sollozaba y nos decía que ya no quería seguir, el dolor en la espalda y el cuerpo la estaban abrumando. Estando sentadas, en espera de su quimioterapia, la abracé y a duras penas podía conversar, al final oré por su vida y ella lloraba. ¿Dios mío, puedes calmar su dolor, puedes sanarla de su enfermedad?, fue lo que dije finalmente y entregué ese momento.

Pensaba en los familiares con cáncer de algunos amigos, de las pérdidas familiares de otros...

En medio de las noticias de las que me enteraba y de las cosas que acontecen, mantenía presente en mi mente que aún en medio del dolor, nuestra predicación debía continuar. ¿Señor, cómo puedo hablar de ti, con el corazón en llanto?, ¿cómo levantar la cabeza en medio de tanto dolor?, ¿Señor?...

A los días, retomando fuerzas de su espíritu, proseguía, el evangelismo en la Universidad debía continuar...

Unos días después, comencé a sentir ese tipo de cansancio espiritual que ocurre luego del ajetreo, ocurre como una batalla en la mente por lo acontecido, esa mezcla de todo; sé que debo confiar, pero humanamente me invade la impotencia y el dolor, las preguntas rondan, empiezo a desajustarme y la sonrisa es cada vez más forzada, entonces llego a ese preciso momento, donde tengo que quedarme quieta, en profundo silencio.

Y allí en mi habitación con los ojos cerrados, empiezo a hacer memoria del sufrimiento de los apóstoles y del propio Jesús. ¿Dónde hay escenarios en la Biblia que se parezcan al mío?, pienso.

Recordé la vida de los discípulos de Jesús, que dejando a sus familiares, proclamaban el evangelio; con pocos recursos, en desvelos, largas caminatas, miedos, dudas, cansancios y pasando hambre. Puedo imaginarlos recordando a sus familiares, quizá enterándose de sus muertes ó enfermedades, pero ellos tenían una misión que estaba por encima de todo lo demás, aún así lo sufrían, pero seguían en fe.

No tengo dudas que también veían a su gente, que se entristecían por sus realidades, pero el evangelio debía ser predicado. Predicaban con el corazón en llanto. Su amor por la obra era el pañuelo que secaba sus lágrimas, Dios en control con sus manos que los ungía, estaba siempre presente, Jesús los había empoderado, entre ellos mismos se había forjado una familia, que compartían el dolor y la entrega, sus luchas y pérdidas.

También pensé en Pablo; sus prisiones, su entrega, pasión, y hasta su aguijón en la carne, él predicaba con el corazón en llanto, "Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor;" Fil 1:23, y aunque fuertemente deseaba estar con Cristo, su amor a la obra era notable, "y sin embargo, continuar en la carne es más necesario por causa de vosotros..." Fil 1:24

Esto me hace recordar lo que dijo David: "Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas." Salmo 126:6

No puedo saber si las cosas serán mejores, no significa que no tenga fe, significa que creo que Dios es Soberano, que tiene el control y que al final de todo, su voluntad y su misericordia es mejor que la vida, que si hay que consumirse la vida por el evangelio, consumámonos, gastémonos la vida por esa causa, aunque la corriente sea fuerte y las desavenencias abrumadoras nos opriman, no hay mejor forma de invertir la vida que sembrando la semilla, aunque las lágrimas corran por las mejillas del corazón y del rostro...

Entendí que en un mundo sufriente, donde no hay esperanza fuera de Dios, la mejor forma de ganar la vida, es perdiéndola, "pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará." Marcos 8:35, seguir sembrando; sirviendo, negarse, amar a Dios más que todo lo demás, cargar la cruz, llorar pero seguir predicando, porque eso es la vida, seguir a Jesús y volver al Padre.

Recuerdo también el texto que dice: "Gozaos con los que se gozan y llorad con los que lloran. Romanos 12:15", sin duda alguna deseo que nuestro cristianismo sea menos activismo y más de estar con la gente; llorar con ellos, sufrir con ellos, gozarnos con ellos, orar por ellos y ser ese consuelo, esa hermana, ese padre, esa madre, para los que necesitan de una familia, mostrar a Jesús aunque cargar la cruz signifique la humillación, la pérdida, la enfermedad de nuestros familiares, las desavenencias...

Hay mucho que hacer, gente por visitar, tocar, orar...

Y Pablo también garantiza que "... las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza" (Romanos 15:4; 2ª Pedro 1:4).

Finalmente un buen hombre dijo lo siguiente:

Sembrar es un acto de entrega, porque tú renuncias a una semilla buena, seleccionas el mejor grano, te desprendes de él, no lo guardas para ti, lo inviertes.

Sembrar es un acto que envuelve dolor y lágrimas, trabajo y acción.

Es preciso andar -afirma el salmista-, y llorar.
La alegría y el júbilo vienen después, con los frutos. Es posible, incluso, que tú nunca los veas,pero alguien disfrutará de ellos. 
No tengas miedo de sembrar. Gástate. Consúmete, cumple la misión.
Es posible que nadie te comprenda.

Es posible que el resultado inmediato sea solo cansancio, sudor y lágrimas, pero continúa sembrando.
Mira al corazón de tus amados y planta esperanza y confianza en Dios.
Enseña valores y principios de vida, a pesar de que a veces tengas la impresión de estar nadando contra la corriente. 
Habrá vientos contrarios. Surgirán tormentas. Encontrarás terreno duro, espinoso y

pedregoso. Muchas veces, sentirás que estás sembrando en vano, pero continúa,

porque sembrar da sentido a la vida, y una vida sin sentido es una vida sin alegría.

Recuerda: "Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas".


Alejandro Bullón

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